El día que Alejandro Jato (Vigo, 28 años) se presentó a la prueba para el papel de Camilo Sesto para la serie biográfica del cantante que prepara AtresPlayer Premium sobre el cantante valenciano, no llevaba ninguna canción preparada. Al terminar su texto le propusieron cantar algo y él interpretó Contra el aire. El equipo de casting, quizá cansado de escuchar aspirantes arrancándose por Vivir así es morir de amor, Algo de mí o, en el caso de los más osados, Getsemaní, se vio sorprendido por una de las canciones menos conocidas de Sesto. Pero Alejandro Jato no era como los demás.

Él sabe que hay muchas expectativas en Camilo Superstar, cuyo rodaje comenzará en enero, no solo por la talla del personaje sino porque casi todos los actores españoles de su generación hicieron ese casting. Desde que lo eligieron a él, Jato pasa sus días entre pruebas de vestuario, pelucas y barbas postizas por la mañana, clases de canto y expresión física por la tarde e inmersiones en la vida, obra y (sobre todo) milagros de Camilo Sesto por las noches. A veces, hasta la madrugada. “La serie abarca de 1972 a 1976, desde que vio Jesucristo Superstar en Londres hasta que lo estrenó en Madrid. La idea es contar quién era él en ese momento concreto. Hay un peligro de irnos a lo reconocible de él, más histriónico y más divo, más hacia los ochenta, pero aquel periodo marcó mucho antes un después en su personalidad. La idea es entender quién era, las cosas que hizo y por qué las hizo”. Y eso es lo que siempre ha movido a Alejandro Jato: entender a las personas.

De niño, Alejandro veía La máscara del Zorro (1998) tan a menudo que su madre le aclaró que ese no era El Zorro, sino un actor que se llamaba Antonio Banderas. Mejor todavía. ¿Un actor español al que pagaban por vivir aventuras en Hollywood? Desde el salón de su casa el plan parecía fácil. Cada cumpleaños su madre, que había soñado de joven con ser actriz, le regalaba entradas para el teatro. La vocación le llegó el siete de octubre de 2008 en el Centro Cultural Caixanova, a los 16 años, mientras veía Carnaval de Tamzin Townsend. O, más bien, mientras terminaba.

“Ahora en Vigo desgraciadamente hay muy poco teatro, pero en ese momento venían muchas cosas de Madrid”, recuerda. “Recuerdo al acabar la obra, con toda esa gente aplaudiendo. Pensé: ‘Dios, yo quiero hacer esto’. A raíz de ahí me apunté a una escuela de teatro”. En 2012 se mudó a Madrid con 18 años y alternó sus estudios en la escuela de interpretación Corazza con un grado en Administración y dirección de empresas. Por si acaso. De momento no le ha hecho falta ejercer. Ha aprendido el oficio en un puñado de obras de teatro (varias a las órdenes de Miguel del Arco: Ilusiones, Ricardo III y, en Escenario 0 de HBO Max, Juicio a una zorra) y en 420 capítulos de la serie diaria de TVE Servir y proteger.

El cómo, el cuándo, pero no el por qué

Jato recuerda perfectamente la primera vez que escuchó a Camilo Sesto, no tanto porque le impactara su abrumador rango vocal, que también, sino porque las circunstancias se habrían quedado grabadas en la memoria de cualquiera: su grupo de amigos del colegio se pasaba los recreos haciendo playbacks de Getsemaní, el desgarrado lamento de Jesús contra su padre (Dios, no José) en el musical de Andrew Lloyd Weber.

“En mi colegio había una zona con unos cortinajes y ellos se ponían ahí a cantar jugando con las cortinas. Los de mi pandilla del cole escuchaban música que no tocaba para nuestra edad, yo creo que porque la escuchaban con sus abuelas: Rocío Jurado, Lola Flores, Nino Bravo… Es que éramos un grupo muy raro, porque el más guay era el que más vintage fuera, el que más vinilos tuviera”, explica. Durante su adolescencia, Alejandro descubrió la música ligera española de los setenta, a veces en vinilo, a veces en YouTube.

Aquellos primeros dosmiles fueron los años de la resurrección. Vivir así es morir de amor de Camilo Sesto, Como una ola de Rocío Jurado o Mi gran noche de Raphael empezaban a sonar en las discotecas indies y la modernidad se propuso reivindicar a las figuras folclóricas. Pero había mucho por reparar. Los ochenta huyeron de todo lo que oliera a tardofranquismo y los noventa convirtieron a las folclóricas en monigotes. Camilo Sesto fue uno de los peor parados.

Alejandro iba al instituto con un CD de Grandes Éxitos del Camilo más glorioso en el discman, pero al volver a casa encendía la tele y lo veía convertido en caricatura. “Sí recuerdo la etapa de Mola mazo (2002), lo hablaba con amigos míos, que se le veía como muy perdido, me daba mucha pena que grandes artistas de la canción española acabasen así. Me da rabia. Ahora hablando de la serie con algún amigo me doy cuenta de que la imagen que mucha gente tiene de él no se corresponde con el mito que es, con lo grande que fue esta persona”.

La serie de Atresplayer Premium contará, precisamente, los cuatro años en los que Camilo Sesto era el más grande de todos. Un periodo, además, clave en la historia española. A principios de los setenta, Sesto era un compositor y cantante melódico estrella en España, una especie de respuesta sentimental a Julio Iglesias, gracias a éxtios como Algo de mí, Fresa salvaje o Amor amar. En 1972 viajó a Londres y vio Jesucristo Superstar (de pie, porque todas las butacas estaban ocupadas, pero tampoco es que él quisiera sentarse), una obra que reconvertía al Hijo de Dios en un hippy antisistema de los sesenta, famoso como una estrella de rock y humano como el vecino de al lado. Aquella experiencia lo transformó y él la repitió en varias ocasiones, cada vez más convencido de que él era el elegido para traer ese entonces polémico espectáculo a España.

Camilo Superstar cuenta en qué consiste el proceso de transformación de un chaval de clase humilde de Alcoy en un prodigio musical primero y, a través de una experiencia religiosa, en un ídolo de masas después. La serie también aborda aspectos personales del cantante, una de las figuras más conocidas de España pero de las que menos cosas se saben. Protegió su vida sentimental con obstinación cuando lo normal entre los artistas era todo lo contrario, ocultó los problemas con la bebida que le llevarían a someterse a un transplante de hígado a principios de los dosmiles y mantenía una relación casi obsesiva con sus padres. A su madre le escribió Perdóname y a su padre El amor de mi vida. Alejandro Jato todavía no puede desvelar demasiado de la serie, pero avisa de que sí, todo eso está en Camilo Superstar. “Él no dejó de vivir mientras levantaba Jesucristo Superstar, su vida personal también se vio transformada por aquel hito”, aclara Jato.

Camilo Superstar llega en un contexto inmejorable. Las canciones de Sesto suenan más que nunca en discotecas, karaokes y talent shows. Raperos como Jay Z o Rick Ross han utilizado melodías suyas para sus temas y la rapera Cardi B le homenajeó tras su muerte en 2019 cantando varios de sus clásicos en Instagram. Hace un mes se desenterró un nuevo disco con diez canciones inéditas, Camilo Forever, y el artista parece más popular ahora que en las cuatro décadas anteriores. Aun así, Sesto sigue siendo un enorme misterio. “Así es como quiero que sea”, declaraba él mismo. “El escenario, una puerta atrás con el coche en marcha y cuando el público todavía está pidiendo otra, yo ya estoy en el hotel. Si quiero que haya alguien allí, ya he avisado yo”. En 1983 tuvo un hijo con una de sus fans y se retiró para cuidar de él, lo cual solo le volvió más inaccesible y solitario.

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